Cuando se recalca la necesidad de tener unos hábitos de vida saludable, siempre se hace mención a la alimentación y al ejercicio físico. Pero, por muy bien que comamos y por mucha actividad física que hagamos, la vida y el día a día se nos hará más duro si no hemos dormido lo suficiente. Dormir poco tiene graves consecuencias sobre la salud, altera las funciones del organismo, y reduce la esperanza de vida, la consolidación de memoria o el estado físico de las personas.
“Dormir mal influye en la concentración, en la atención, así como en el estado de ánimo de una persona. Con el tiempo pueden desarrollar ansieda y depresión. Del mismo modo, repercute también en el rendimiento escolar, laboral y social. Y, dependiendo del trastorno que se tenga, puede acarrear consecuencias importantes” señala Juan Pareja Grande, responsable de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario Quirónsalud de Madrid.
De ahí la importancia de tener una buena higiene del sueño, ya que este no se recupera por muchas horas de siesta que nos echemos o por levantarnos más tarde. Cuando dormimos poco acumulamos un cansancio que a la larga puede pasar factura.
Juan señala que la queja más frecuente del mundo occidental en una consulta médica es por trastorno del sueño. “El insomnio es el trastorno más frecuente y llega a afectar hasta el 30 por ciento de la gente. La apnea del sueño afecta del dos al cuatro por ciento de la población española”.
Asimismo, cuando dormimos poco las defensas bajan y nos volvemos más débiles, por lo que somos más propensos a coger algún virus o bacteria porque nuestro sistema inmunológico no tiene fuerzas para hacerles frente.
De la misma manera, hay estudios que demuestran que dormir poco influye en el metabolismo de las personas, ya que al tener menos horas de sueño se las pasan comiendo. “Las personas narcolépticas tienden a ser obesos y los que padecen apnea del sueño son generalmente obesos. La gente que tiene el síndrome de piernas inquietas o sonambulismo comen también de noche consciente o inconscientemente, de ahí que aumente su peso”, incide Juan.
En otro sentido, durante el periodo de crecimiento las necesidades del sueño de las personas son mayores, ya que es en esa fase donde se desarrolla el aprendizaje, y se necesitan más horas para consolidar la memoria; y también es porque en esta etapa, durante las horas del sueño se produce la hormona del crecimiento.
Así pues, lo bebés necesitan dormir entre 14 y 12 horas, mientras que los menores de tres años duermen entre 12 y 10 horas. “Conforme vamos creciendo las necesidades de dormir disminuyen. Los adultos necesitan entre 8 y 7 horas para que su cerebro esté completamente activo”, indica Juan.
Los niños que duermen mal tienen una disminución en el crecimiento ya que segregan menos hormonas del crecimiento. “Esta hormona se segrega en un estadio del sueño que se llama de ondas lentas. Entonces, si ese estadio está disminuido porque uno duerme mal, la secreción se verá disminuida. En el caso de los pacientes con narcolepsia, tienen un defecto de unos péptidos que se llaman hipocretina orexina que intervienen en la alimentación y con el tiempo pueden engordar”, explica Juan.
“Dormir mal influye en la concentración, en la atención, así como en el estado de ánimo de una persona. Con el tiempo pueden desarrollar ansieda y depresión. Del mismo modo, repercute también en el rendimiento escolar, laboral y social. Y, dependiendo del trastorno que se tenga, puede acarrear consecuencias importantes” señala Juan Pareja Grande, responsable de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario Quirónsalud de Madrid.
De ahí la importancia de tener una buena higiene del sueño, ya que este no se recupera por muchas horas de siesta que nos echemos o por levantarnos más tarde. Cuando dormimos poco acumulamos un cansancio que a la larga puede pasar factura.
Juan señala que la queja más frecuente del mundo occidental en una consulta médica es por trastorno del sueño. “El insomnio es el trastorno más frecuente y llega a afectar hasta el 30 por ciento de la gente. La apnea del sueño afecta del dos al cuatro por ciento de la población española”.
Cerebro inactivo
Un cerebro cansado es un cerebro disminuido. Aquellos individuos que duermen menos tienen más torpeza mental, por lo que cometerán más errores que las personas que descansan adecuadamente. “La falta de sueño afecta al cerebro generando un bajo rendimiento. Esa persona no estará fresca durante el día, no pensará con agilidad, le faltará concentración y no prestará atención. Todo esto puede provocar unas consecuencias graves, sobre todo, si trabaja como conductor, piloto, cocinero, etc.”, afirma Juan.Cómo afecta a la salud
Los trastornos del sueño son un factor de riesgo importante que provocan todo tipo de dolencias, que van desde la obesidad hasta enfermedades cardiovasculares. “Si realmente uno duerme mal porque tiene apnea del sueño o algún otro trastorno, puede sufrir un riesgo cardiovascular e incrementar el riesgo de padecer un infarto cerebral. También aumenta las posibilidades de sufrir hipertensión, y esta a su vez es un factor de riesgo tanto de infarto cerebral como de hemorragia”, apunta el responsable de la Unidad del Sueño de Quirónsalud de Madrid.Asimismo, cuando dormimos poco las defensas bajan y nos volvemos más débiles, por lo que somos más propensos a coger algún virus o bacteria porque nuestro sistema inmunológico no tiene fuerzas para hacerles frente.
De la misma manera, hay estudios que demuestran que dormir poco influye en el metabolismo de las personas, ya que al tener menos horas de sueño se las pasan comiendo. “Las personas narcolépticas tienden a ser obesos y los que padecen apnea del sueño son generalmente obesos. La gente que tiene el síndrome de piernas inquietas o sonambulismo comen también de noche consciente o inconscientemente, de ahí que aumente su peso”, incide Juan.
En otro sentido, durante el periodo de crecimiento las necesidades del sueño de las personas son mayores, ya que es en esa fase donde se desarrolla el aprendizaje, y se necesitan más horas para consolidar la memoria; y también es porque en esta etapa, durante las horas del sueño se produce la hormona del crecimiento.
Así pues, lo bebés necesitan dormir entre 14 y 12 horas, mientras que los menores de tres años duermen entre 12 y 10 horas. “Conforme vamos creciendo las necesidades de dormir disminuyen. Los adultos necesitan entre 8 y 7 horas para que su cerebro esté completamente activo”, indica Juan.
Los niños que duermen mal tienen una disminución en el crecimiento ya que segregan menos hormonas del crecimiento. “Esta hormona se segrega en un estadio del sueño que se llama de ondas lentas. Entonces, si ese estadio está disminuido porque uno duerme mal, la secreción se verá disminuida. En el caso de los pacientes con narcolepsia, tienen un defecto de unos péptidos que se llaman hipocretina orexina que intervienen en la alimentación y con el tiempo pueden engordar”, explica Juan.
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